domingo, 13 de mayo de 2012

Rodrigo D: No Futuro

TÍTULO ORIGINAL Rodrigo D. No futuro
AÑO 1990
DURACIÓN

93 min.
PAÍS
DIRECTOR Víctor Gaviria
GUIÓN Víctor Gaviria
MÚSICA Germán Arrieta
FOTOGRAFÍA Rodrigo Lalinde
REPARTO Ramiro Meneses
PRODUCTORA Compañía de Fomento Cinematográfico / FOCINE / Fotoclub-76 / Producciones Tiempos Modernos
PREMIOS 1990: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película)
GÉNERO Drama







Cuando de cine se trata, frecuentemente el enfoque que se le da a la conversación es a como los diferentes escenarios y sucesos que capturan, de alguna manera los hacemos nuestros y nos reflejamos en ellos como nos reflejamos en las fuentes y nos miramos titiritando, temblando en el reflejo como la representación de lo que somos y de cómo nos ven los demás.
No es el caso de Rodrigo D. no futuro, película de 1990 dirigida por el hasta entonces desentendido director, escritor y poeta Victor Gaviria, el cual nos adentro en una realidad lejana para la mayoría de espectadores y especuladores de cine, pero tan cercana a los medellinenses que aún podemos sentir la sangre correr y escuchar la solloza balada que gironea en torno a la muerte.
El huir aquí ya adquirió hace mucho y hace poco un significado ontológico relegado, en el que el emprender la huida se convierte en una manifestación socio política intrínseca donde oponemos resistencia no a los factores sociales inmediatos, si no que aprendemos a filtrar el sentir causado por los sucesos cotidianos.
No hubo necesidad de casting, ni de montaje, ni de elaborada producción, no había necesidad alguna de simular un hecho tan verídico e ineludible, tan propio pero tan aborrecido, y entonces devienen las imágenes y deviene el video que enmascara la realidad antioqueña y la encarna en tres jóvenes Rodrigo (Ramiro Meneses), Adolfo (Carlos Mario Restrepo) y el loco (Jackson Idrian Gallego) interpretándose a ellos mismos.
Rodrigo un adolescente abatido por la muerte de su madre y el eco de ella que repercute como insomnio y no lo deja descansar, además de la influencia punk de los 90 que constantemente lo incita al suicidio y le recuerda las oportunidades residuales que deja el estado y la vida para alguien como él en un entorno como este.
La cámara persigue a los protagonistas para enmascarar la muerte y para suscitar el instinto, el lente es el cañon de un revolver calibre 38 o el mango de algún puñal o el silencio atónito que manifiesta una mirada con los ojos bien abiertos, con los ojos bien abiertos para no perderse ni una vuelta de la noria, la cámara asalta los protagonistas para no perderse de nada, para que la historia sea permeable y nos podamos ver al otro lado en transparencia, como paisanos, como humanos, como muertos y como asesinos, como asaltados y como asaltantes.
Brindandole al espectador una visión aguda del diario vivir de la ciudad, de la ciudad en que Rodrigo y yo nos criamos y vimos morir a los que vimos reír, a los que se rieron junto a nosotros, a los que les alcanzaron el vuelo con un arma, con una bala.
Santiago Restrepo Garcia. 














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