lunes, 19 de marzo de 2012

La mirada de Ulises

ÍTULO ORIGINALTo Vlemma tou Odyssea (Ulysses' Gaze)
AÑO1995
DURACIÓN176 min.
PAÍS
DIRECTORTheodoros Angelopoulos (AKA Theo Angelopoulos)
GUIÓNTonino Guerra, Theodoros Angelopoulos (AKA Theo Angelopoulos), Petros Markaris
MÚSICAEleni Karaindrou
FOTOGRAFÍAYorgos Arvanitis
REPARTOHarvey KeitelMaïa MorgensternErland JosephsonThanassis Vengos,Yorgos MichalakopoulosDora Volanki
PRODUCTORACoproducción Grecia-Francia-Italia
PREMIOS1995: Cannes: Gran Premio del Jurado. Premio FIPRESCI (ex-aequo con "Tierra y libertad")1995: Premios David di Donatello: Nominada Mejor productor




Que se puede decir frente a una obra que nos deja inconclusos en los anhelos de una humanidad agobiada por la fuerza del mismo hombre, ese hombre que contempla exhorto la brusquedad con la que realidad nos condiciona a vivir un  tiempo crudo, inmóvil frente a la violencia de nuestros propios actos. La guerra  interna de la humanidad, de la que todos somos parte no es mas que una viaje sin fin por los lugares mas recónditos del alma, ¿ Y que es entonces eso que anhelamos?. “ Y el alma si debe conocerse a si misma tiene que observar el alma” ; A forma de prologo en este filme Platón nos abre paso con una idea  de regresión espiritual que nos convoca a pensarnos como uno solo, como el conjunto de un solo devenir en la existencia, una mirada inquieta por la historia del hombre enfrentado a la naturaleza que también se encuentra agobiada. Y entonces nos paramos frente al paisaje, miramos el horizonte que se abre ante nuestros ojos, y sin mayores ansias que sentar un desafiante manifiesto, alzamos nuestras voces y encaramos la irremediable soledad juntos.

Las republicas tiran abajo lo que con el tiempo es difil construir y el fracaso de las ideologías político-religiosas en el intento de unificación social en los pueblos aún siguen siendo una utopía que reclama de la humanidad mas sangre; el sacrificio de millones de hombres olvidados durante las series de guerras en  los Balcanes en el transcurso de la historia no justifican las fronteras entre los hombres. En cambio, parece que la naturaleza del mismo, si la comprende y lo respalda: Como no pensar en el conflicto interno que comparte en su viaje el innombrable “A” protagonizado por  Harvey Keitel en la “Mirada” de un Ulises mítico en busca de un fin que es su propio comienzo. Como no acercarnos a una mirada propia y difusa que se nos representa en el otro. Como no sentir una guerra que habla de todas las guerras incomprensibles, una guerra universal que comprende la pregunta del porque de nuestro origen, una violencia que ajena y cercana involucra el paso continuo de los días, un tedio colectivo que nos libera y nos destruye al ritmo de nuestros actos inhumanos. ¿ Quien entra en tu casa y  te despoja de tus bienes, sin que ni siquiera te des cuenta?. Este filme lleno de simbolismos encarna la verdad de un siglo xx y en  el mismo curso del tiempo estamos con él, para no entenderlo. Theo Angelopoulus discreto, pasivo, pero muy cálido nos ha mostrado en esta película un siglo de búsqueda incesante, de catástrofes ineludibles para generaciones venideras, de ruinas similares entre los diferentes pueblos, del exilio de muchos y la resistencia de otros,  de una modernidad desencantada y doliente. No queda pues otra opción que aceptar inspirados en esta silenciosa obra  la noción de una vida como viaje y  de un viaje como casa. ¡Porque ilusos nosotros los hombres,  queremos zafarnos de tanta barbarie!.

En 1995 un centenar de años después del nacimiento de la imagen en movimiento de la mano de los hermanos Lúmiere, “Angeloupoulus-Ulisses-A” se encaminan a encontrar  tres bobinas de celuloide sin revelar que contienen  quizás las primeras imágenes de cine tomadas alrededor de 1905 en la península balcánica por los hermanos Yannakis Manakis. Un recorrido por desoladas tierras que comprenden innumerables historias de desplazamiento y destierro. Angelopoulus  no desaprovecha plano para metaforizar  la condición de exilio de los hombres que han tenido que cargar con estas guerras que no dejan mas que edificios sin ventanas, paredes ahuecadas por los misiles de las ametralladoras y un pasado sin cine, es decir un hombre sin memoria. Una guerra en donde  la gente hace cola para pasar de un lado a otro y cuando era el  turno no se podía dudar, aunque la sangre palpitase sobre las cienes  y los ojos solo vean un par de metros adelante. Y ahí, en medio de la niebla se esconde el sonido de las alarmas y el estallido de la  esperanza de los hombres que se resguardan en el arte, en la música, en el teatro. Por eso la niebla no es solo un discurso estético sino también una simple y poética señal de vida, de  una tranquilidad momentánea. La niebla no deja que me vean, pero a la vez no permite hacerlo.

Unas imágenes ensimismadas, melancólicas, espectrales le dan forma a esta minuciosa escultura hecha en el tiempo que rememora a los grandes helénicos que creaban para los dioses,  esos que primero se  encauzaron  en este viaje humano y como entre susurros y rumores contaban  la verdad de una historia sin fin. Esos que empezaron a mirar adentro, los del oficio incansable de tejer como la hilanderas la historia de un hombre eternamente confundido.  

La realidad de una Yugoslavia de 1992 que no se rendia a dejar  los rezagos del Leninismo, con ideas religiosas a contracorriente y con tropas de musulmanes  y ateos asediados por el impulso de no morir primero  por el  fuego del frente enemigo. Talvez, lo mas impresionante de esta película es el hecho de ser rodada en la autenticas ruinas de Sarajevo, Capital del estado Bosnia-Herzegovina y centro  de la ciudad que se recupera  de una arrasadora violencia. En 1995, solo tres años despues, con espiritu de documentalista Theo Angelopoulus graba lo que queda de un pueblo que apenas se despierta de  la penumbra de unos ideales frustrados, la tierra de nadie es el ultimo escenario  del destino de “A”, del cineasta que busca verse a si mismo en la mirada de los otros. Y  a tanta velocidad que tenia esta guerra la cámara  no podía sino quedarse pasmada, perpleja en largos planos secuencias, reconstruyendo  de la mejor manera la memoria de un hombre que ya no puede ser el mismo.
Sin mas palabras queda pues una humilde gratitud al creador de esta fascinante aventura, que con ojos  bien abiertos reclama alimento a la memoria, y nos sitúa como tristes espectadores de un mundo destemplado y   en el que no  se permite el olvido de un cine que es  reflejo del alma humana.

Juan Moreno













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